miércoles, 29 de septiembre de 2010

Comunicándonos...

Hay un momento de la vida en el que uno se encuentra invadido por una sensación muy parecida al autocuestionador: "en qué fallé", sobre todo si nos referimos a las relaciones humanas. Muchas veces nos preguntamos qué pasó con ese amor que alguna vez nos ilusionó con dar el SÍ frente al altar; qué fue de la vida de esos amigos con quienes te dejaste de hablar, qué hiciste mal en tu trabajo o por qué te tuviste que ir de la casa de tus padres abrumado y caíste en el primer departamento que compartían dos amigos y en el que, solidariamente, te "hicieron un lugarcito mientras tanto...". Imagino que si quisiera seguir, vos podrías completar la lista. Pero mi intención no es hacer aquí una sucesión de ítems interminables, sino poder pensar cuál es el problema latente. ¿Por qué no podemos mantener los vínculos que creamos? o peor aún, ¿por qué no podemos crearlos?

El ritmo de vida que llevamos nos obliga, muchas veces, a olvidarnos del amable "gracias", a no pedir permiso antes de empujar, a imponer los gustos a los gritos. Hacemos olas en discursos agresivos y nos quejamos de la violencia que nos envuelve el día a día, sin dejarle lugar a la reflexión y al tan preciado diálogo.
Algunos se encierran en su perfil 2.0 y creen que se comunican twitteando noticias tentadoras, anunciando eventos importantes, regalando comicidades en 140 caracteres, o tal vez dando respuestas cordiales, dignas de una altura intelectual sublime. Sin embargo, al cerrar la laptop, se reconocen como parte del mundo real en donde no pueden entenderse con sus pares: otros seres humanos.

Algo está fallando y no es exactamente la falta de comunicación, sino las maneras en que elegimos comunicarnos con la otredad.